Just a minute. De fanáticos y ciudadanos.
Un fanático es aquel que defiende con apasionamiento y tenacidad desmedidas una creencia o una opinión, especialmente religiosa o política (DRAE). La voz deriva del latín fanaticus y ésta a la vez de fanum, templo. Parece que el fanaticum era quien guardaba o cuidaba, con celo, el templo romano. Más tarde, se desarrolla un verbo fanor, fanari que significa estar poseso por un fervor divino, delirante y frenético. Los fanáticos resultan, por lo general, cargosos o fatigosos porque no escuchan ni aceptan opiniones ajenas y, presos de su ceguera, delirio y frenesí, tienden fácilmente al desborde o al disparate. La acusación de los Fiscales Mola y Luciani en la causa de la obra pública, ha despertado -o más bien exacerbado- el fanatismo de los adoradores de la principal acusada. Algunos, viejos conocidos por todos y que no sorprenden. Pero lo del presidente de la Nación es otra cosa, y es muy grave. Su fanatismo, sabemos, va y viene, es pendular, recidivante. Pero ahora es el Presidente y está claramente delirando preso de un furor peligroso. Sus comunicados oficiales, sus tweets y sus frases en el programa A dos Voces ("Nisman se suicidó, ... espero que el fiscal Luciani no haga lo mismo") resultan inaceptables y con un contenido amenazador –mafioso- y anti republicano inaudito y atroz. Espero que en algún momento de calma y lucidez entienda que es el Presidente de una República que juró defender. De un país que tiene algunos fanáticos de todo tipo, claro, pero que, en general, está integrado por gente normal, ciudadanos que sufren y que esperan racionalidad en sus dirigentes, y sobre todo respeto.
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